sábado, 15 de septiembre de 2012

DREDD 3D (Pete Travis, 2012)


Entre Nietzsche y Kant






He de confesar que Juez Dredd fue uno de los cómics de mi infancia; Reunía dos características que me encantaban: por un lado su ambientación post-apocalíptica (sí, soy de los que piensan que Blade Runner sin su diseño de producción sería un pestiño inaguantable) y por otro su espíritu antiburocrático. En aquel futuro distópico la administración se había simplificado mucho; el mismo funcionario es a la vez policía, juez, jurado y ejecutor. Desde luego, en Mega city 1, la ciudad donde se desarrolla la acción de los cómics, el déficit público debía ser casi nulo con tal aprovechamiento de los recursos de la administración.
Sin embargo, esto de reunir en una sola persona la tradicional separación de poderes de las democracias tradicionales ocasionó que el personaje fuese calificado de pseudo-fascistoide; una especie de Harry el Sucio post-nuclear. Yo personalmente no lo considero así. Lo propio de las sociedades totalitarias es más bien cuando el hombre (da igual si es uno solo o lo hacen en grupo para aparentar una cierta legitimidad democrática) se erige en medida de todas las cosas y decide lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, Dredd está lejos de ese modelo; veo más en él el imperativo moral kantiano que al superhombre de nietzsche. En Dredd la ley está por encima de él, su famoso “yo soy la ley” ha de interpretarse más como una representación total de esta ley más que como una voluntad de legislar según le convenga. En este sentido resulta muy representativa la frase de Dredd en la que afirma que no se puede ejecutar a alguien sólo con un 99% de probabilidades de que sea culpable.
Dicha está perorata para tranquilizar  un poco a las conciencias políticas muy delicadas, entremos en el meollo del asunto y lo que realmente interesa; ¿Es esta adaptación del popular cómic superior a la que se realizó en 1995, protagonizada por Silvester Stallone y dirigida por Danny Cannon? Sin menospreciar aquella, que no es tan mala como se dijo en su momento, sí hay que decir que ésta es propiamente una adaptación del cómic y no una simple película de acción con algunos elementos visuales tomados del cómic, como sí lo era el film de 1995.
En esta ocasión, los responsables del film, implicados también en aquella maravilla de la ciencia-ficción que es Sunshine, de Danny Boyle consiguen, pese al ajustado presupuesto,
un acercamiento muy logrado al universo del cómic. Simplemente, el Dredd del filme ES el Dredd del cómic y con eso la película tiene mucho ganado. Su otro punto a favor son una ambientación resultona en su sencillez (impresionante el bloque en el que se desarrolla la acción) y que no tiene miedo de mostrar la violencia inherente al tipo de sociedad que nos muestra.




En su contra hay que decir que el final del filme dista mucho de ser memorable y que el espectador medianamente seguidor de este tipo de películas encontrará muchas cosas que le resultarán conocidas. El tema de la droga Slow-Mo recuerda al Nuke de Robocop 2 (Irvin Kesnher 1992), el diseño del edificio hace tiene un deje al de Fortaleza Infernal (Stuart Gordon, 1992) y el  argumento recuerda mucho a la impactante The raid (Gareth Evans, 2011), aunque la coincidencia de fechas hace difícil determinar quien copió/se inspiró en quien.

Sin embargo, estas referencias no convierten al film en un indigesto batido de filmes anteriores. Dredd tiene personalidad propia y la valentía de llevar hasta sus últimas consecuencias su radical punto de partida arriesgando al no presentar ningún tipo de evolución en el personaje; Dredd es Dredd hasta el final y quizás ahí reside parte de su atractivo; el mundo ya puede estar desmoronándose, que Dredd sigue ahí, a lo suyo, sin dudas, sin titubeos y encima cree en lo que hace. Dredd es un hombre de creencias firmes en tiempos arenosos.

En resumen, Dredd es un más que digno entretenimiento. Carece del mordaz humor negro del cómic original y sus reflexiones socio-políticas, pero tiempo al tiempo, quizás nos encontremos ante el inicio de una prolífica saga.

Como apunte para los coleccionistas de rarezas, está disponible en Spotify una presunta banda sonora descartada compuesta por uno de los integrantes de Portishead; tiene una aire a las bandas sonoras que los italianos Goblin o John Carpenter componían en los años 80. Me pregunto si algún fan hará en el futuro un montaje del filme con esta música. Desde luego, le daría al conjunto una atmósfera aún más decadente y pesimista a una película que ya de por sí nos presenta un futuro muy sombrío.


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