domingo, 30 de septiembre de 2012

Mátalos suavemente (Killem them softly, Andrew Dominik, 2012)

Buen intento pero...




Andrew Dominik sorprendió a propios y extraños hace unos años con un extraordinario western, El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Esto ha provocado que su nuevo film haya sido de los más esperado de la temporada cinematográfica.

Sin embargo, la recepción de este ambicioso film de gansters ambientado en nuestros días de crisis no ha sido tan positiva ni unánime. Se ha acusado a Dominik de exceso de pretenciosidad, de establecer un discurso demasiado obvio y de recordar demasiado al cine de Quentin Tarantino.

En cuanto a lo primero coincido casi totalmente; Mátalos Suavemente quiere ser a toda costa la película sobre la crisis (el mismo Dominik la define como "una réplica a pequeña escala de lo que estaba pasando en Estados Unidos en aquel entonces") y es aquí donde el filme más flojea. El hilo argumental articula una no disimulada metáfora sobre la crisis actual: dos idiotas sin oficio ni beneficio roban a la mafia y crean desconfianza en el sistema mafiosil; el dinero de las timbas no circula, los jefes se ponen nerviosos y recurren al personaje que interpreta (con sobrada solvencia) Brat Pitt, para que restablezca la confianza en el sistema a cualquier precio. 


Dicho esto, el paralelismo mafia-crisis parece obvio y aquí está el principal problema del filme. Porque parece razonable que si al espectador  se le vende la película sobre la crisis, éste pueda pedir algo más que una simple linea argumental que establezca paralelismos con la situación actual. También puede exigir algo más que la típica conclusión " el dinero es el motor de américa y los pobres desgraciados de abajo siempre pagan las facturas", como parece indicar la frase que cierra la película -"América no es un país, es un negocio". Quizás este sea el mayor error de Dominik; enfatiza demasiado el discurso (esos parlamentos de Obama y Bush) y por lo tanto acaba castrando al filme, ya que de todas las posibles capas de lectura que nos dan las imágenes, el director nos acaba obligando a quedarnos con una.



En cuanto a la influencia de Tarantino, supongo que se ha dicho por la constante verborrea de los personajes, el uso de diálogos aparentemente desligados de la trama principal y los estallidos puntuales de violencia.  Cierto es que es difícil desligarse de la influencia de un director que ha redifinido un género, de igual modo que también se perciben influencias de Scorsese o los Coen. Sin embargo, se ha de reconocer que Mátalos Suavemente tiene la suficiente entidad propia como para que no pueda considerársela una Tarantiniada más.





Para finalizar decir que Mátalos Suavemente viene a confirmar el talento de su director Andrew Dominick, que consigue aquí  escenas  y diálogos muy potentes (el atraco a la timba, la conversación bajo el efecto de la heroína, la paliza a un mafioso, toda la secuencia final). Sin embargo, no creo que la película sea al cine de Gánsters lo que fue su anterior filme para el western y por supuesto, no es la película sobre la crisis. Existe demasiada distancia entre su perfecto acabado formal y lo flojo de un discurso entre pesimista y nihilista, que no acaba ni de satisfacer ni de convencer; y cuando pasa eso, queridos amigos, podemos decir que nos hallamos ante una película fallida.

jueves, 20 de septiembre de 2012

El nombre (Le Prénom, Alexandre de La Patellière, Matthieu Delaporte, 2012)


De nombres y de familias


Al acabar de ver ésta, lo adelanto ya, estupenda película francesa, es casi no imposible referirse también a la reciente Un dios salvaje, del maestro Roman Polanski. Con aquella también notable película, El nombre comparte un planteamiento argumental y estético similar. Si en aquella la pelea entre dos niños era el detonante de toda la acción posterior entre los respectivos progenitores, en ésta es la elección de un nombre para el primer hijo lo que desata un lío de proporciones descomunales en lo que parecía iba a ser un apacible encuentro familiar.

Sin embargo El nombre es una película menos radical que la de Polanski; en la puesta en escena, los dos directores no se atreven a encerrar  a sus protagonistas en un entorno tan cerrado e incluso se dejan llevar en ocasiones por algunos tics del cine francés reciente, como ese prólogo al estilo Amelie  (Jean Pierre Jeunet, 2001) por las calles de la ciudad y un epílogo en el hospital innecesario pero que usan para dulcificar un tanto las consecuencias de la desastrosa velada.


Por lo demás, la tesis de El nombre parece clara; debajo de las ideologías y los clichés (el intelectual progre, el frívolo playboy de derechas, el amigo sensible, refinado y un tanto afeminado que todas las mujeres quieren tener), se esconden los mismos problemas, conflictos y debilidades que el hombre ha tenido desde los inicios de esto que venimos a llamar familia y que a pesar de sus debilidades e imperfecciones sigue siendo nuestro refugio último y mal que les pese a algunos, la base de todo esto que venimos a llamar sociedad.


Así, en las dos horas que que dura El Nombre encontramos los reproches de la esposa que no se siente valorada por el marido, los celos entre hermanos, los recelos entre cuñadas, en fin, lo mismo de siempre pero con una conclusión clara: a pesar de los pesares no tenemos ni tendremos nada mejor que la familia.

Mención destacada merecen los actores, realmente todos estupendos y unos diálogos brillantísimos y divertidísimos en su análisis humano y sociológico de cierta burguesía francesa de capital.

En resumen, chapeau de nuevo para la cinematografía francesa, capaz de ofrecer casi cada año películas, casi siempre amables, de enorme éxito internacional, como es el caso que nos ocupa o la de la también excelente Intocable (Olivier Nakache, Eric Toledano, 2011). Uno no puede menos que sentir un poco de envidia sana (y no tan sana) cuando lo más que podemos ofrecer allende fronteras es la última almorovarada.









sábado, 15 de septiembre de 2012

DREDD 3D (Pete Travis, 2012)


Entre Nietzsche y Kant






He de confesar que Juez Dredd fue uno de los cómics de mi infancia; Reunía dos características que me encantaban: por un lado su ambientación post-apocalíptica (sí, soy de los que piensan que Blade Runner sin su diseño de producción sería un pestiño inaguantable) y por otro su espíritu antiburocrático. En aquel futuro distópico la administración se había simplificado mucho; el mismo funcionario es a la vez policía, juez, jurado y ejecutor. Desde luego, en Mega city 1, la ciudad donde se desarrolla la acción de los cómics, el déficit público debía ser casi nulo con tal aprovechamiento de los recursos de la administración.
Sin embargo, esto de reunir en una sola persona la tradicional separación de poderes de las democracias tradicionales ocasionó que el personaje fuese calificado de pseudo-fascistoide; una especie de Harry el Sucio post-nuclear. Yo personalmente no lo considero así. Lo propio de las sociedades totalitarias es más bien cuando el hombre (da igual si es uno solo o lo hacen en grupo para aparentar una cierta legitimidad democrática) se erige en medida de todas las cosas y decide lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, Dredd está lejos de ese modelo; veo más en él el imperativo moral kantiano que al superhombre de nietzsche. En Dredd la ley está por encima de él, su famoso “yo soy la ley” ha de interpretarse más como una representación total de esta ley más que como una voluntad de legislar según le convenga. En este sentido resulta muy representativa la frase de Dredd en la que afirma que no se puede ejecutar a alguien sólo con un 99% de probabilidades de que sea culpable.
Dicha está perorata para tranquilizar  un poco a las conciencias políticas muy delicadas, entremos en el meollo del asunto y lo que realmente interesa; ¿Es esta adaptación del popular cómic superior a la que se realizó en 1995, protagonizada por Silvester Stallone y dirigida por Danny Cannon? Sin menospreciar aquella, que no es tan mala como se dijo en su momento, sí hay que decir que ésta es propiamente una adaptación del cómic y no una simple película de acción con algunos elementos visuales tomados del cómic, como sí lo era el film de 1995.
En esta ocasión, los responsables del film, implicados también en aquella maravilla de la ciencia-ficción que es Sunshine, de Danny Boyle consiguen, pese al ajustado presupuesto,
un acercamiento muy logrado al universo del cómic. Simplemente, el Dredd del filme ES el Dredd del cómic y con eso la película tiene mucho ganado. Su otro punto a favor son una ambientación resultona en su sencillez (impresionante el bloque en el que se desarrolla la acción) y que no tiene miedo de mostrar la violencia inherente al tipo de sociedad que nos muestra.




En su contra hay que decir que el final del filme dista mucho de ser memorable y que el espectador medianamente seguidor de este tipo de películas encontrará muchas cosas que le resultarán conocidas. El tema de la droga Slow-Mo recuerda al Nuke de Robocop 2 (Irvin Kesnher 1992), el diseño del edificio hace tiene un deje al de Fortaleza Infernal (Stuart Gordon, 1992) y el  argumento recuerda mucho a la impactante The raid (Gareth Evans, 2011), aunque la coincidencia de fechas hace difícil determinar quien copió/se inspiró en quien.

Sin embargo, estas referencias no convierten al film en un indigesto batido de filmes anteriores. Dredd tiene personalidad propia y la valentía de llevar hasta sus últimas consecuencias su radical punto de partida arriesgando al no presentar ningún tipo de evolución en el personaje; Dredd es Dredd hasta el final y quizás ahí reside parte de su atractivo; el mundo ya puede estar desmoronándose, que Dredd sigue ahí, a lo suyo, sin dudas, sin titubeos y encima cree en lo que hace. Dredd es un hombre de creencias firmes en tiempos arenosos.

En resumen, Dredd es un más que digno entretenimiento. Carece del mordaz humor negro del cómic original y sus reflexiones socio-políticas, pero tiempo al tiempo, quizás nos encontremos ante el inicio de una prolífica saga.

Como apunte para los coleccionistas de rarezas, está disponible en Spotify una presunta banda sonora descartada compuesta por uno de los integrantes de Portishead; tiene una aire a las bandas sonoras que los italianos Goblin o John Carpenter componían en los años 80. Me pregunto si algún fan hará en el futuro un montaje del filme con esta música. Desde luego, le daría al conjunto una atmósfera aún más decadente y pesimista a una película que ya de por sí nos presenta un futuro muy sombrío.


martes, 11 de septiembre de 2012

BLANCANIEVES Y LA LEYENDA DEL CAZADOR (SnowWhite and the Huntsman, 2012)

El Señor de las Manzanas

Hay películas que nunca se habrían realizado sin el éxito de otras previas o que no tendrían el look que tienen sin otros filmes anteriores que de alguna manera, redefinen el género al que pertenecen.

Así, todas las películas adscritas al género de espada y brujería tenían en los 80 un aire a lo Conan el Bárbaro, las apocalípticas a Mad Max y más recientemente, como el caso que nos ocupa, no hay película épico-mitológica que no tenga un cierto tufillo al Señor de los Anillos. Hasta aquí nada que reprochar, cada película es hija de su tiempo, pero de la lícita influencia-homenaje a un refrito indigesto de las últimas películas de éxito del momento va un largo trecho.

Si pudiéramos reconstruir el momento en el que alguien le vendió la película al gran estudio de turno la frase podría haber sido la siguiente: "El Señor de los Anillos más el triángulo amoroso de crepúsculo"; y si ha esto le añadimos a la protagonista de la susodicha, pues el éxito estaría asegurado; y los problemas de esta revisión "adulta y oscura" (como no podía ser de otro modo) del cuento de Blancanieves empiezan precisamente ahí, con la susodicha.



Viendo la película me vino a la cabeza una entrevista publicada años a en Dirigido por al gran director Richard Fleisher (20.000 leguas de viaje submarino, El estrangulador de Boston, los Vikingos). En ella, hablando sobre su película Bandido, decía que ésta se había contagiado (para bien) de la peculiar personalidad de Robert Mitchum, su protagonista. Pues bien, creo que lo mismo le pasa a Blancanieves y la leyenda del cazador; se ha contagiado de la sosería y apatía vital y embobamiento total de su protagonista, la hoy en boca de todos (y no precisamente por motivos cinematográficos) Kristen Stewart.



Ne he visto otras películas suyas fuera de la Habitación del Pánico de David Fincher, pero lo de Blancanieves es de juzgado de guardia. La buena de Kristen pone la misma cara para todas las escenas; ya puede estar 10 años encerrada en una torre, en el bosque tenebroso, reencontrarse con su amigo de la infancia o animar a las tropas. No hay manera que la actriz le inyecte un poco de energía a un film que sólo levanta un poco el vuelo con las apariciones de una Charlize Theron muy convincente como malvada. Ella solita se hecha sobre los hombros la película y consigue sacarnos de tanto en tanto del tedio.



Por lo demás, el cúmulo de tópicos e imágenes robadas de otras películas es demasiado largo como para no aburrir al lector; sólo haré referencia a la fusilada de determinada escena de la Princesa Mononoke. Quizá los responsables de este ladrillo piensan que la gente es demasiado inculta como para ver películas de animación japonesas y no se darán cuenta. De las escenas de Blancanieves animando a la tropa con cara de pedir limosna en el metro o el ataque al castillo en plan desembarco en Normandia de Salvar al Soldado Ryan, mejor no hablar porque son de vergüenza ajena.

En cuanto a la labor de su director, Rupert Sanders, proveniente del mundo de la publicidad, se agradece que por lo menos no nos maree con la cámara y no abuse de las cámaras lentas. Podríamos decir que su puesta en escena es tan clásica como impersonal; el film tiene una cierta elegancia visual y un aceptable diseño de producción, pero Sanders ha sido incapaz de dotar al film de ritmo e intensidad y se muestra especialmente desafortunado en la dirección de actores.

En resumen, Blancanieves y la leyenda del Cazador fracasa en su intento de aunar fantasía y desmitificación. Da la sensación de que el filme se encuentra demasiado ocupado intentando parecerse a lo que ha tenido éxito en los últimos años que en tener un verdadera entidad propia. Podría equivocarme, pero no creo que este film, con el transcurso de los años, no pase de ser considerado un mediocre Tolkienexplotation.

Trailer y más críticas:

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Sombras Tenebrosas (Dark Shadows, 2012)


Tim de Sombras






Caso curioso el de Tim Burton; mucho más apreciado por la crítica europea que por la americana, sin embargo sus películas casi siempre han funcionado mejor en su país natal que en el viejo continente. Así, lo que para Hollywood es un director ratito, pero taquillero, aquí es todo un autor. Quizás por eso la decepción que están provocando sus últimas obras está siendo mayor.

No he visto Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet, ni su versión de Alicia en el País de las Maravillas, dos de sus obras más discutidas, pero los dos films anteriores a éstos, Charly y la Fábrica de Chocolate y la Novia Cadáver, me paracieron muy satisfactorios; por tanto no considero que Burton se encuentre en un momento especialmente bajo de forma. Eso sí, he de decir que su Sombras Tenebrosas me ha parecido de lo más mediocre ofrecido por su director junto con su versión del Planeta de los Simios.


Lo peor que puede decirse de Sombras Tenebrosas es que más parece rodada por un imitador de Tim Burton que por él mismo. En esta ocasión, la colección de personajes extravagantes que pueblan el largometraje no despiertan ni gracia ni simpatía y muy pocas bromas consiguen despertar la carcajada del espectador. Hasta los cameos de los míticos Christopher Lee y Alice Cooper parecen en esta ocasión metidos con calzador.



¿Qué es lo que queda del mejor Burton? Pues como siempre el impresionante diseño de producción y la belleza de algunas imágenes. Todo lo demás no deja de ser previsible y rutinario, lo cual, dicho de un película de Tim Burton, es especialmente decepcionante.

Argumento, trailers y más críticas, aquí: